sábado, 25 de octubre de 2014

El dedo de España



¡Muerta la meritocracia, viva la mamocracia! Y en esas andamos en un país de amigos llamado España. Niños de papá, profesionales de la falsa amistad e individuos que nunca se buscaron la vida mientras iban observando tranquilos como les iban regalando todo, les parecía buen plan eso de la vida contemplativa. Adultos que jamás redactaron un currículum ni acudieron a una entrevista de trabajo, individuos a los que nunca les faltó una nómina aunque para ello tuvieran que degollar a su amor propio pisoteando su orgullo y aprovechándose de un sistema que premia la sumisión mientras desprecia al profesional inquieto con ideas y conocimientos. 

En este país sin alma destacan los colocados a dedo, amargados e infelices en el fondo que van disimulando su frustración aludiendo al tener más que a lo que significa el ser. No debe ser buena vida la de quien no sabe si por si solo podría llegar a la orilla. Idiotas que muestran su sonrisa insegura mientras observan por encima del hombro a quienes todo lo lograron gracias a su esfuerzo. Tontos del bote que a nadie engañan. 

Las contrataciones a dedo son el germen de la corrupción de esta nuestra España. Vivimos en un país en cuyas empresas públicas colocan a militantes y amigos mientras los curritos pagan fielmente sus honorarios merced al esfuerzo diario. Aprovechados todos de un sistema que se ha creado para mantener a vagos, maleantes e inútiles. El problema de nuestra España no está realmente en la cantidad de políticos y en sus sueldos, no muy elevados sinceramente, sino en los amiguetes, compañeros de taberna o de bares de grandes luces que son colocados gracias al gran dedo que marca el camino de este país.

Es intolerable, o cuando menos debería serlo, que en este país se permita que sea el dedo quien coloque a los trabajadores de las instituciones públicas engañando al resto de candidatos nobles con falsas selecciones cuyos seleccionados ya están elegidos de antemano. No menos triste es lo que sucede en las empresas privadas de muchos herederos niños de papá. ¿Qué por ser privadas pueden hacer lo que consideren oportuno? Pues sí, pero ellos son también los culpables de que este país se marche por el desagüe anteponiendo los amiguismos a los verdaderos profesionales. Son estos empresarietes de medio pelo los que culpan al empedrado de la situación global cuando son ellos quienes la han creado contratando a amiguetes y dejando de lado a los profesionales más cualificados. Estos son los culpables de crear frustrados, trabajadores sí, porque tienen su nómina, pero frustrados que saben que nada de lo logrado lo buscaron. Frustrados que, en muchos casos, aceptaron el trabajo que sin esfuerzo les ofrecieron aún habiendo sido formados para tareas diferentes. Triste vida la de quien no luchó por aquello que logró y, más triste aún, la de quien, además de lo apuntado, vive de una profesión que otros le encontraron seducido por ese dedo que todo lo regala. Pobres de alma, espíritus muertos que aún encima se permiten dar ejemplo. Arrastrados por el parné que fueron pisoteando sus sueños.

En este país de arrastrados, de mediocres con los bolsillos llenos, de pobres de espíritu y frustrados colocados, es de destacar a quienes han luchado y siguen luchando por alcanzar sus sueños, a quienes mantienen limpias sus rodillas por vivir rectos, a quienes aún con números rojos presentan el alma blanca y la honradez diáfana. A esos que ganan poco pero que logran mucho, a esos que se buscan la vida con la dignidad de quien se sabe seguro y válido, a esos que nada deben porque nada recibieron, a esos que alcanzaron solos lo que tienen, a esos guerreros que superaron los obstáculos que los celos y las envidias colocaron en su camino, a esos, y solo a esos, se les debería mirar con admiración y respeto. Ellos son el ejemplo, ellos son el espejo.  

En un mundo como este de colocados a dedo, en donde la mamocracia ha acabado con la meritocracia, los tontos útiles han llegado lejos, y lo que es peor, nos quieren hacer creer que alcanzaron la plenitud cuando apestan a frustración, frustrados por su ineptitud y, en la mayoría de los casos, también por sus tristes vidas de sumisos que acabaron por conquistar sus nulas personalidades. Entre ellos se procesan admiración, quizás porqué sus códigos secretos, nacidos de la frustración, les llevan a autoalimentarse a si mismos ya que a nadie engañan aunque así lo crean. Esos, que son la mayoría, deben ser despreciados o cuando menos ignorados por aquellos que se buscaron la vida disfrutando realmente de la verdadera satisfacción que supone el sentirse vivo como profesional y como persona.   

                                                 QUIQUE RIVEROLA

"No es que no nos atrevamos porque las cosas son difíciles, es que son difíciles porque no nos atrevemos" Séneca.