Foto. Eduard Omedes |
El fútbol siempre fue puro
romanticismo aunque los peloteros cada vez lo sean menos. El amor por las
elásticas es más comercial que sentimental, ya nada parece real cuando el balón
echa a rodar. El amor solidario observa desde la grada como galopa por el prado
el egoísmo más apasionado. Muchos son los que viven de un deporte por el que algunos
mueren en vida. Los que cobran no sienten y los que pagan padecen mientras se
les deshidrata el alma. Mirar atrás nos otorga una amplia perspectiva
que nos permite observar ojipláticos un pasado de verdad en el que las personas
eran honorables y los electrodomésticos para siempre. Nostalgia de
corazones nobles…así es la vida.
Al pensar en el presente y el
pasado del balompié veo demasiados sentimientos desparramados por el largo
camino que nos separa del ayer. Pelotas de trapo y corazones con sangre han
dado paso a renovados esféricos pero corazones de paño. A lo largo de esa larga
travesía por el bulevar de los recuerdos uno confirma que los sentimientos del
ayer nada tenían que ver con los intereses del hoy. Recuerdos que incluso puedo
llegar a sentir cuando al mirar atrás visualizo a ese espigado futbolista que,
comprometido como ninguno, llegó a Zaragoza, procedente de Badalona, con un
viejo petate militar cargado de humildad, raza, nobleza y sentimiento.
El 15 de mayo de 1990 apareció
por la estación del Portillo un catalán que pasaría a la historia del Real
Zaragoza, un joven apocado que por aquel entonces no podía imaginar que esa
ciudad desconocida que entonces pisaba acabaría siendo la suya. Desconocido era
también para él Enrique Orizaola, por aquel entonces Secretario Técnico del
Real Zaragoza y quien acabaría siendo indispensable para el futbolista, fue
precisamente él quien contrato al jugador tras visualizar un vídeo que llegó hasta
sus manos. Y si fue un Iniesta quien escribió la página más brillante del
fútbol español, otro Iniesta más mayor fue quien marcó también la vida deportiva de este pelotero permitiendo que el espigado
catalán pudiera compaginar la mili con el fútbol, el Teniente Iniesta.
Con el paso del tiempo ese joven espigado
se convirtió en un grande, su fútbol y su persona fueron sus valores más rentables. Él es uno
de esos últimos románticos que amaban la elástica que vestían sin dejarse
deslumbrar por los brillos de la peseta. Identificado con un pueblo que sentía lo
que él defendía y siempre leal al Real Zaragoza. Por aquel entonces, y aunque
parezca mentira, hubo un tiempo en el que muchos futbolistas sentían los
escudos que reposaban sobre sus corazones. Ahora, por desgracia, aquel que se agarra a un escudo es mirado con lupa llenando de estupor a la mayoría.
Ese futbolista que recuerdo logró
éxitos, títulos, respeto y cariño sin moverse de Zaragoza. Llegó a disputar 473
partidos junto al león rampante y marcó 29 goles tras 13 temporadas vistiendo
pantalón azul y camisola blanca. En sus vitrinas descansan dos Copas del Rey y
una Recopa de Europa, pero sobre todo, y ante todo, se ganó el respeto y el
afecto de todos.
Él es uno de esos protagonistas
de esa parte romántica que tiene el fútbol, de esa parte con nobleza que se
siente y que se expresa. Él es de esas pocas excepciones de esta religión del balón
en la que conviven dioses, semidioses, profetas, unos cuantos sinvergüenzas y
unas pocas personas. Él es persona, él será por siempre el gran capitán, él es Xavi Aguado; el
último romántico.
QUIQUE RIVEROLA
"Si deseas ver la grandeza real de un hombre, observa la forma en que trata a sus inferiores, no a sus iguales", J.K.Rowling
Pero no has contado todo. Cuenta una de las mayores injusticias del fútbol de los noventa. Cuenta como un tal Clemente le ignoró completamente. Cuenta como uno de los mejores centrales españoles no fue NUNCA llamado para la selección. Cuenta como los árbitros lo inflaban a tarjetas. Como tenía fama de asesino, a pesar de que EN LA VIDA LESIONÓ A NADIE...y nunca tuvo una mala palabra con nadie... Eso engrandece más su figura
ResponderEliminarDesde luego que el no haber llamado al Gran Capitán para la selección es una de las mayores injusticias vividas en la historia del zaragocismo
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