Foto. Efe |
A lo largo de los últimos tiempos
Agapito Iglesias se ha convertido en la presa fácil para los múltipes cazadores
furtivos que, desde sus viejas trincheras, disparan sus polvorientos
mosquetones apuntando a una presa que antaño defendieron o cuando menos ignoraron.
Ya no asusta quien asustó porque por el camino perdió la piel que le abrigó y
que sirvió para ahuyentar a la mayoría. Quienes callaron denuncian ahora lo que
no denunciaron en el pasado erigiéndose sin vergüenza en los salvadores de un
club que fue muriendo ante sus cobardes miradas que parecían esconder intereses
bastardos.
Sin duda alguna Agapito Iglesias
es uno de los máximos responsables de la agonía por la que está pasando el Real
Zaragoza, el soriano llegó al club aragonés por voluntad propia aunque
supuestamente hipnotizado por prebendas varias que pudieron llegar desde el
poder implantado entonces en la Diputación General de Aragón. Es por estos
supuestos señalados por los que no hay que tener pena de quien se deja guiar
por esa avaricia que es capaz de devorar al prójimo. Dicho esto, y conociendo
todos las solitarias críticas que un servidor realizó al máximo accionista de
la entidad aragonesa prácticamente desde que llegó a ella, no hay que olvidar
que, supuestamente, fueron los poderes políticos quienes colaboraron en este "tinglao" que ya no aguanta carpas de plástico.
En su día pocos fueron los que
criticaron la labor de Agapito Iglesias al frente del Real Zaragoza por miedo a
perder sus posiciones o ayudas varias, razón tenían viendo como nos fue a
quienes antaño denunciamos…ahora esos mismos atacan al máximo accionista cual valientes que vuelven a mirar a
otro lado descargando sus mosquetones contra el soriano y obviando de nuevo a
los que, supuestamente, colaboraron en la matanza del equipo aragonés. Miedo personal y desprecio a una profesión que también muere.
Pretender encontrar una salida
parcial a la situación del Real Zaragoza atacando tan solo a Agapito Iglesias
es una muestra que evidencia que no se ha entendido nada de por qué llegamos
hasta aquí. Un acto de cobardía que se repite desde hace mucho tiempo,
cañonazos cobardes y de nuevo silencio. No es posible resucitar a un enfermo
agonizante con la misma medicina que lo postró, pero tampoco se puede erigir en
su defensor quien cuando pudo no hizo nada para evitar que enfermara…
QUIQUE RIVEROLA
“Entre todos lo mataron y el solo
se murió”. Sabiduría popular.
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